Peanut butter bread {bizcocho de mantequilla de cacahuete}

Tanto ver, escuchar y leer sobre la *supuesta deliciosa e irresistible* mantequilla de cacahuete en películas y series norteamericanas al final termina por entrarte la curiosidad y no puedes evitar acabar con un bote en el carro de la compra sin saber en qué vas a gastarla. A los minutos de llegar a casa ya estaba armada con una cuchara como si de Nutella se tratase. Y quizá por eso me pareció tan… poca cosa 😩 Fue como meterme un buen puñado de cacahuetes de golpe. Ni sabor dulce ni nada. Sabe, pues eso, a cacahuetes. Hasta con un punto salado.

Una vez ya recuperada del impacto y descartada la idea de comerla tal cual, me puse a mirar recetas que la utilizasen, como este bizcocho. En el instante en que probé por primera vez la mantequilla de cacahuete hubiese jurado no volver comprar más en la vida, pero después de haber probado esto sé que no tardaré mucho en repetir. El sabor que deja el cacahuete mezclado con el dulce es espectacular, y la textura que le da a la masa una vez horneada es fantástica, queda suave y en su punto justo de humedad. ¡Delicioso!

Ingredientes: 

• 2 tazas de harina de trigo
• 1 cucharadita de levadura química (tipo Royal)
• 1 taza de mantequilla de cacahuete 
• 2 cucharadas de yogur griego azucarado (o edulcorado)
• ½ taza de azúcar
• 1 huevo (L)
• ¼ cucharadita de esencia de vainilla
• 1 taza de leche (en mi caso de soja, pero no necesariamente)

Elaboración:

Precalentamos el horno a 180 C. 

En un bowl mezclamos la harina con la levadura. En otro juntamos la mantequilla de cacahuete con el azúcar, la vainilla, el yogur y el huevo, y batimos con unas varillas hasta tener una mezcla homogénea. 

Añadimos la harina y mezclamos bien, hasta que se nos hagan una especie de migas. 

Agregamos poco a poco la leche y mezclamos hasta que nos quede una pasta totalmente homogénea. 

Vertemos a un molde de plumcake previamente enmantequillado o forrado con papel vegetal y horneamos de 50 a 60 minutos, hasta que quede dorado por encima. 

Paramos el horno y dejamos dentro 10 minutos con la puerta entreabierta. 

Sacamos y cuando temple un poco lo desmoldamos y dejamos enfriar sobre una rejilla.

Quedará una corteza ligeramente crujiente y un interior suave y blandito. 

Es prácticamente imposible no llevarse un trocito en cada visita a la cocina 😋