La semana pasada rompí un molde de cristal de la manera más tonta posible: apoyándolo sobre la bancada (fría, muy fría) recién sacado del microondas. Siempre lo dejo sobre un salvamantel o un paño para que no esté en contacto directo, pero en ese momento me pilló en modo automático y lo dejé tal cual. Como era de esperar, con tal contraste de temperatura, nada más soltarlo sonó un *crack* que me llegó al alma. Resultado: el molde rajado de parte a parte 😩
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Pero mi drama no era tanto porque hubiese roto el molde, que pese a tener la tira de años estaba perfecto, sino porque era el ideal para tartas como la clafoutis, la tarta de chocolate al microondas o la de calabaza y queso. Digamos que ya contaba con un huequito especial en mi cocina. Por suerte, ya tenemos uno nuevo y ¡qué mejor que la citada clafoutis para estrenarlo! 😛 Eso sí, esta de frambuesas -a falta de las preceptivas cerezas-. Nos ha gustado mucho, tantotanto que ¡ahora no sabemos decidirnos con qué fruta nos gusta más! 😅